22 de mayo de 2011

John Lennon para el fin del mundo

Ayer, a eso de las seis de la tarde, el mundo debía acabarse. Eso según un hijo de vecino llamado Harold Camping que cometió el pequeñísimo error de tomar lo que dice la Biblia de manera literal y hacer unos cálculos bastante ociosos. Mientras el que esto escribe esperaba que tal tragedia ocurriera -es un decir, la verdad me enteré hasta hoy de esa tremenda idiotez- con tranquilidad, escuchaba una canción de John Lennon que versa sobre Dios. Por seguro comprenderan la tremenda ironía y me perdonarán que me aproveche de ella para dedicarle esta entrada.

La canción de la que habló se llama "God" -si, exacto, "Dios", así nomas: duro, directo, sin rodeos- y forma parte de su primer álbum sólista John Lennon/Plastic Ono Band, lanzado en 1970,es decir, justo después de separarse The Beatles. La canción fue polémica desde su lanzamiento por tratar directamente temas religiosos y pese a su éxito inicial -cortesía del morbo suscitado tras la polémica-, lo cierto es que pronto paso a segundo plano y al final se volvería una de las canciones menos conocidas y tocadas del cantautor inglés.

Pero para uno que es fan del cuarteto de Liverpool y guarda especial aprecio a cada uno de sus miembros (desde el carismático Starky y el popero McCartney hasta los virtuosos de Harrison y Lennon), pocas canciones pasan desapercibidas. Y ésta, "God", es de mis favoritas pues pese a ser una melodía bastante normal y hasta simplona, la letra se sostiene por si sola y yo le compró cada estrofa dicha. Escuchenla, para que vayamos entendiéndonos:


Y ahora, ya que anda de moda el fin del mundo, pongamonos finos. La primera línea de la canción es una barbaridad, una que muchos citan sola olvidándose que forma parte de esta rola. Es tan artera que Lennon dice, en plena canción, que va a repetirla, para que quede bien claro. En una canción que versa sobre Dios, lo primero es la definición de Él: "Dios es un concepto por el cual medimos nuestro dolor." ("God is a concept by wich we measure our pain")

Dicho tal, es decir, hecho claro Dios no es más que un concepto usado a conveniencia, Lennon agarra parejo, nos dice todo eso en lo que no cree. Y en serio, agarra parejo: Jesús, Buda, la biblia, la magia, el mantra, los reyes, Adolf Hitler, John F. Kennedy -estaba de moda-, Elvis Presley, Robert Zimmerman (Bob Dylan) y, faltaba más, The Beatles. Y luego, para que no nos espantemos, nos dice en que cree: en él, en él y en Yoko, la japonesa loca con la que se casó.

La última parte ya es más una indirecta a The Beatles. Una despedida. Les dice que ya no es el "Tejedor de sueños" (Dreamweaver" ni la morsa ("The Walrus)", ambas palabras bien relacionadas con el cuarteto, y a cambio, dice que ahora sólo es John, que el sueño ha terminado.


Y esa es "God." ¿Por qué me gusta?, se pregunten quizá. Y la respuesta más sincera es que no lo sé, que simplemente tiene un encanto desde la primera vez que la escuche. Sin embargo, creo que la razón auténtica es la tremenda confesión que hace Lennon, la manera sínica y desvergonzada de desnudarse sin metáforas ni exageraciones. Eso y que, ya lo dije, le compró cada estrofa, le creo cada letra y al final la vuelvo mía.

Sigue pareciéndome curioso que la escuchara y la sintiera tan mía en el preciso momento en que el mundo debía acabarse y muchos -aunque espero que no tantos- hacían lo opuesto y se entregaban, se dejaban llevar por palabras locas e infundadas y esperaban el fin del mundo que no llegó. Ahora dicen ellos que Dios nos dio una nueva oportunidad, un tiempo más para evitar el verdadero fin o condenarnos. Si es así, yo la aprovecharé y escuchare, de nuevo, esta rola.

19 de mayo de 2011

Las virtudes del recuerdo.


El siguiente texto es un rescate, lo escribí hace tres años como parte de un ejercicio narrativo para un curso que tomaba entonces. Hoy me lo encontré por casualidad mientras organizaba mis asuntos, recordé lo mucho que me gustaba y me convencí de que era justo y necesario publicarlo aquí. Le hice sólo mínimas modificaciones -uno si que cambia y, creo, mejora conforme pasa el tiempo- a pequeños errores y algunas otras para que quedará mejor en el formato de blog, sin embargo, el texto está casi integro al de aquella vez.


¿Cuántas veces hemos querido olvidar algo de nuestra vida?, ¿Llevamos la cuenta de la cantidad de ocasiones en las que hemos negado haber hecho algo, aún cuando tenemos un parvo registro de memoria al respecto?, ¿Podemos decir a ciencia cierta cuál es nuestro recuerdo más antiguo?, ¿o podemos, simplemente, olvidar algo que no nos gusta?

Supongo que habrán respondido a todas las preguntas, pero tengo la certeza de que lo han hecho después de meditar varios segundos en cada una de ellas. Sin duda son muchas las cosas que queremos olvidar de nuestras vidas, estoy seguro de que nadie lleva la cuenta de las veces que ha negado un recuerdo –aún cuando son varias las personas que insisten en haberte visto hacerlo u oído decirlo–, comprendo que no sabemos cuál es nuestro recuerdo más antiguo y que uno a uno estos se enciman en un entramado temporal incomprensible; y, por último, les confirmo que no podemos olvidar lo que no nos gusta.

Pero, ¿a qué todo esto?, por qué los torturo y me torturo con estas preguntas, por qué motivo a que su incontrolable memoria se dispute incesantemente en una lucha de recuerdos, y por qué, me dirán, les hablo ahora de la memoria y de los recuerdos. Sencillo, porque la lectura reciente de un cuento que trata ese tema me ha puesto a pensar sobre él y he llegado a muy interesantes reflexiones al respecto.

El cuento al que me refiero es “Miss Amnesia” (que puede leer aquí), breve narración incluida en la antología La muerte y otras sorpresas, del uruguayo Mario Benedetti. Pues bien, sin entrar en mayores detalles –pues lo obvio sería que leyesen la obra y no que yo se las platicase–, el cuento narra como una bella joven (Miss Amnesia) aparece sin explicárselo en el centro de una plaza pública. Lo interesante es que ella no logra recordar nada, tan sólo los nombres y las funciones de las cosas, cuestión por la que comienza a interesarse en el ambiente. Lo siguiente, un galante caballero se acerca y, tras breve charla, la invita a su departamento, lugar del que ella sale horas después decepcionada y corriendo de regreso hacía la plaza, lugar donde todo vuelve a comenzar, donde de nuevo despierta sin un solo recuerdo. Bueno, sólo uno, el de las cosas que la rodean.

Sin duda, estimo difícil que alguno de ustedes sufra este tipo de amnesia tan asombrosa, pues lo más normal es que cada que se levanten recuerden quienes son y lo que hacen; y no sólo para qué sirve la cama dónde están. Quizá no logren recordar lo que hayan soñado, pero eso resulta plenamente comprensible, aunque a veces fastidioso. No obstante, el cuento recurre a esa bella herramienta literaria para llegar al fondo de su argumento o, en palabras propias del género, al conflicto a resolver. ¿Cuál es éste?, enunciémosle así, la innata tendencia humana a olvidar o ignorar aquellos recuerdos que nos son ingratos o, por qué no, tan excesivamente gratos que parecen irreales. No es necesario insista en lo real e innegable de tal afirmación, pues es harto cierto que, independientemente de lo que ustedes puedan decirme en su defensa, todos ignoramos al menos un recuerdo por considerarlo penoso o molesto.

Desde las cosas más absurdas como aquel día en que nuestra novia –o novio, que también se da el caso– nos dejo plantados, hasta el momento en que él o ella nos negó su amor y, con perdón del termino, nos bateo por el jardín central, a más de 400 metros. Desde él día en que nuestra madre nos regaño por no comer la sopa, hasta el día en que nos corrió de la casa por libertinos o herejes, según sea el gusto. Desde la vez que confundimos a Zapata con Villa, hasta el nebuloso momento en que votamos por Vicente Fox Quezada. Y así pueden enumerarse cientos, miles o hasta millones de recuerdos que, no lo neguemos, hemos olvidado tenaz y conscientemente de nuestras mentes.

¿Por qué lo hacemos?, palabras sobran: vergüenza, pena, dolor, cobardía, miedo, indignidad, egoísmo, debilidad..., ustedes elijan. Lo cierto es que tenemos varios recuerdos y, en resumen, todo un pasado que no queremos que se conozca, ¿o miento acaso cuando digo que ante unas personas exhibimos un pasado y ante otras otro?

Mas no refiero con esto que todos seamos hipócritas y bipolares, en lo absoluto, tan sólo quiero resaltar que nuestra mente es tan fascinante en las cosas del presente, como en las del pasado. Esa cosa que se nos ha puesto arriba del occipucio, ya sea por Dios o la evolución –según gusten y manden ustedes–, tiene una capacidad tal que, no satisfecha con permitirnos elegir lo que pensaremos, diremos y haremos en el presente, nos permite recordar lo que pensamos, dijimos e hicimos en el pasado.

En efecto, y corrijan si miento, nuestra maravillosa mente o, más concreto aún, la enorme capacidad creadora de nuestra mente nos sirve no sólo para crear un mundo a nuestro alrededor día a día, sino para crear un mundo en nuestro pasado. Ese genio que nos permite decir “aquella dama es bellisíma”, o “ese árbol parece abrazar a esa persona que duerme en su base”, o “creo que esa dama de rosa está llorando”; es la misma aptitud que nos permite recordar que “hace unos años, bajo el abrazo de un árbol, vi a una bella dama de rosa que lloraba; y yo era la causa.”

Es aquí, entonces, dónde debo darles consejo, una de esas recomendaciones que todos ignoran y a nadie parecen servir, pero que les aseguro hacen la vida al menos un poco placentera: no tomen a sus recuerdos como parte de ese pasado ignominioso que desean olvidar, no consideren sus memorias como vergüenzas de una persona que no sabía lo que hacía, y que está muy alejada de lo que es ahora. No, tal cosa es absurda, pues en unos años harán lo mismo con lo que les pasa hoy, trataran de encumbrarlo porque es parte de una época oscura que no se explican como ocurrió. Pero ocurrió, y ocultarlo u olvidarlo es atentar no contra su pasado, sino contra ustedes mismos, olvidar hechos es como despertarse y saber tan sólo para que sirven las cosas; es saber dónde están, pero no quienes son y por qué lo son.

Claro, todo esto exenta aquellos recuerdos que necesariamente se olvidan. Son tantas las cosas que ocurren que es imposible recordar todo, y es por ello que hay cosas que en verdad no se recuerdan. Yo no atento contra ellas –aunque bien podríamos condenarlas por cobardes–, yo ataco a aquellas memorias que uno, conscientemente, entierra con arenas de vergüenza y cobardía, y jura no recordar jamás.

La mejor cualidad del ser humano es su devenir, su constante cambio, el que nunca sea el mismo. Los recuerdos no son otra cosa que los vestigios de ese devenir, las huellas que nos permiten saber como era. Es cierto, el presente tiene virtudes que merecen quizá toda nuestra atención pero, como creadores que somos, es sólo en el pasado que podemos construir verdaderas historias, las propias, las únicas.¿Quieren contarme una maravillosa historia?, ¿desean cautivarme con un gran relato?; pues no hay más, basta con que recuerden y escarben en sus memorias. En verdad, las virtudes del recuerdo no son otras que las de nuestra capacidad creadora.

15 de mayo de 2011

De "En busca de la felicidad"

Hoy, como hacía tiempo no ocurría en el blog, es día de hablar de cine. Concretamente, de comentar y recomendar una película que tuve oportunidad de ver por la mañana en televisión y que forma parte de mi archivo de favoritas, pero que nunca hasta ahora he tenido oportunidad de recomendar a nadie. Se trata de En busca de la felicidad (The Pursuit of Happyness), de Gabriele Muccino.

En busca de la felicidad es un drama -aunque Cinemex, lo recuerdo, cometió la ridiculez de catalogarlo como comedía- basado en la vida de Christopher Gardner, un corredor de bolsa multimillonario que antes de serlo sufrió lo indecible para sobrevivir, hecho que intenta mostrar la película. Gardner parece haberse convertido en un ejemplo de vida, de luchar y alcanzar los sueños y, aunque la película busca reflejar eso (y Gardner trabajó en ella e incluso aparece al final), me parece mejor hacer a un lado ese hecho para evitar que esta entrada se vuelva aduladora de un tipo que ni conozco.

Además, porque me parece que saber que está apoyada en una historia real es un plus que la película no necesita pues por si sola es un drama muy sólido. Es la historia de un hombre que, victima de una dura situación económica y dejado por su débil esposa, se inscribe como una última -y única- oportunidad de salvación a un programa de entrenamiento para corredor de bolsa. Seis meses, sin paga, con sólo la promesa de obtener un gran trabajo al final del mismo.

Esos seís meses son los que narra la película pues en ellos Gardner (interpretado por Will Smith)y su hijo (interpretado de hecho por el hijo de Smith, Jaden Christopher Syre Smith) pasan cualquier cantidad de pesares, viven día a día sin saber como sobrevivirán al siguiente. La cantidad de obstáculos, las veces que cae y la manera en que se levanta y continua persiguiendo su meta el personaje principal son, sin más, lo que para mi vuelve este filme uno de mis favoritos y de los que más fibras tocan.

Leer el párrafo anterior llevará a más de uno a decir que la película no es otra cosa que una cursilería. Mi hermana dice, por ejemplo, que se trata de la versión estadounidense de Pepe el Toro. Sin embargo, aunque reconozco parte de verdad en ambas afirmaciones, me parece exageradas pues una de las virtudes de la película es precisamente evitar la simpleza y no abusar de las escenas cursis (por ejemplo, de la relación padre-hijo, que es tierna y nada más) para lograr una historia que, pese a que si exagera de algunas casualidades o, más bien, fatalidades, se antoja muy realista.

Eso y que, ya lo saben y si no se enteran de una vez, si algo no me gusta es la cursilería. Así que si les digo que no es cursi, o que lo es en muy poco grado, les hablo bien en serio. Y para muestra un botón: la película se llama "En busca de la felicidad" y se trata de eso, con la pequeña curiosidad de que la película intenta decirnos que la felicidad está en el bienestar económico que al final consigue -y de que manera- Gardner. ¿No les dije?, eso no es cursi, es realista.

De cualquier manera, lo lindo de la película no es tanto la moraleja final y que tanto es cursi o no, sino todo el drama que sufre y como lo transmite el filme. Y eso es con la enorme actuación de Will Smith, que se ganó una nominación al Globo de Oro y al Óscar como mejor actor. Cuando vi el filme por vez primera en el cine y luego me enteré de que Smith no se ganó el máximo galardón, pase del coraje a la confusión pues me parecía que en pocas películas como en ésta se merecía el reconocimiento. Me calme un poco cuando vi que la actuación premiada fue la de un tal Forest Whithaker, en El último rey de Escocia (The Last King of Scotland) De consuelo queda que, si quitamos esa tremenda actuación, la de Smith ganaba claramente pues es en serio notable.

En fin, termino la entrada que si hablo más arriesgo uno o más spoiler alerts. La mejor opinión de si el filme es bueno o no, y debe estar o no entre los favoritos, es de ustedes, y ya sabrán si la comparten en este blog. Entretanto, acá el trailer de la película.

8 de mayo de 2011

Covering "The Impossible Dream"

Hace un par de entradas dedique este espacio a hablar de la versión de El Quijote de la Mancha en 31 Minutos. Y en el vídeo que la acompañaba, como bonus track, venía al final la versión de ellos a Sueño Imposible (The Impossible Dream), una melodía muy famosa que formó parte del musical Man of La Mancha y que lo trascendió para convertirse en un éxito que han cantado varios artistas reconocidos. Desde ese entonces tuve la idea de buscar las distintas versiones que se han hecho para luego compararlas en una edición más del ya clásico covering de este blog. Bueno, hoy, pocas semanas después, cumplo ese cometido.

Sin embargo, en este caso, más que una comparación y critica de las versiones -como ha ocurrido en anteriores covering-, prefiero simplemente compartir con ustedes las que más me han gustado, quizá sólo para tenerla presente pues, aunque no es muy conocida por estos lares -creo, y lo digo al tanteo, sin certeza y más bien con sospecha, que la cultura de los musicales está más extendida en Estados Unidos que en Latinoamérica-, vale la pena conocerla.

Como dije al final de aquella entrada, The Impossible Dream es la canción central del musical Man of la Mancha, presentado en Broadway en 1965 (aunque se estreno en Connecticut en 1964, fiel a la costumbre estadounidense de probar las obras en una audiencia reducida antes de lanzarlas en Nueva York) Si bien la idea está obviamente tomada de la obra maestra de Cervantes, el musical en concreto está apoyado en el libro homónimo del dramaturgo Dave Wasserman que plantea algunas diferencias con el original para hacerlo más atractivo a Broadway, claro está. Las letras (que pueden leer aquí) son cortesía de Joe Darion y la música de Mitch Leigh, ambos reconocidos en el ámbito luego de este trabajo, mientras que el actor encargado de interpretarla, con Premio Tony de por medio, es Richard Kiley. Empecemos pues con su versión, la original, la del músical:


¿No es difícil de explicar que gustara tanto y que fuera tan premiada, verdad? Bueno, continuemos, no sin antes recordar que la selección de aquí es de las versiones que al autor de ese blog más conmovieron, y no precisamente las más famosas o premiadas, cosa que ignoro por completo. La siguientes es cortesía de Luther Vandross Jr., cantante de Gospel y Blues no muy reconocido pero si muy talentoso y que consigue una versión bastante melodiosa:


La que sigue le toca a Elvis Presley, que tenía la buena costumbre de hacer covers de las rolas de moda, sin importar si sonarían bien o mal en Rock & Roll, género del que es considerado padre y señor. Sin embargo, a mi siempre me han gustado las baladas que grabó Presley y, en el caso de hoy, su cover se queda a medio camino entre convertirla a un género más movido y dejarla en una balada muy lenta, y ahí su encanto. Una muy buena versión:


Contemporáneo a Presley, tenemos al tremendo Frank Sinatra -de pie, fuera sombreros y, si gustan, aplaudan- que tampoco se quedaba atrás a la hora de hacer sus versiones y ponerles ese toque sentimental que sólo él tiene. Para The Impossible Dream no hay diferencia, y no se le necesita, Sinatra consigue una tremenda interpretación con todo su estilo y voz:


El grupo vocal estadounidense The Temptations, acaso el más reconocido de los sesentas, grabó en 1967 su propia versión. Como no podría ser distinto, se esforzaron por imprimirle todo su estilo, incluirle los coros y ponerle ese toque especial tan típico de la música pop sesentera. El resultado, similar a Presley, una melodía de camino entre la balada y los éxitos pop del grupo:


Más recientemente, la cantante alemana Sarah Connor realizó su propia versión. La primera vez que la escuche ciertamente no me gustó, me parece que la hizo demasiado "popera." Sin embargo, en una segunda vez, pese a que me siguió pareciendo "popera" -púes lo es, como la cantante, sin más-, acabó por convencerme gracias al arreglo que tiene y, sí, al esfuerzo vocal de Connor. Muy melosa en unas partes y exagerado en otras, sí, pero en términos generales, creo que acertado.


Y, finalmente, la que para mi y seguro para ustedes -más les vale- es la versión más impresionante desde la original. Decir que la interpretan la soprano Anna Netrebko y los tenores Placido Domingo y Rolando Villazón debería ser suficiente para entender porque es tan extraordinaria, sin embargo, quizá valga añadir... no, que va, por Dios, en serio, ¿qué más quieren que diga?, la cantan esos tres, con eso basta. Disfrutenla:


Y por último, bonus track y despedida, la causante de esta entrada. La genial y ocurrente versión de 31 Minutos: