La película Rudo y Cursi, de Carlos Cuarón, quizá pase sin pena ni gloria por las críticas y la historia del cine. Sin embargo, los que la hemos visto quizá acordemos en que es un filme divertidísimo. Más aún, entendiéndolo como una especie de aventura de Gaél García Bernal y Diego Luna en un tema cuya pasión ambos comparten, la crítica se puede hacer merecidamente a un lado y dejar la película sólo al disfrute de sus espectadores.
Esta entrada, lejos de lo que su inicio aparenta, no busca hacer una revisión de la película ni reflexionar sobre la trama de la misma (quizá la historia de alguno de los Verduzco sea similar a alguna de los futbolistas del medio mexicano actual. Mi hermana cree sinceramente que lo que le ocurrió al "Cursi" es muy parecido a lo que le ocurre actualmente a Francisco "Kikín" Fonseca. Es cierto, excepto porque el "Kikín" no tiene ni una pizca del talento que, según el filme, tiene Verduzco), sino rescatar la frase de uno de los personajes, el mejor de ellos por cierto.
Hablo del narrador de la película, el que desencadena sus acontecimientos: el cazador de talentos Darío Vidali, apodado en el filme el "Batuta." Todas las personas con las que he charlado han estado de acuerdo conmigo en que las frases que usa como fondo de cada suceso son extraordinarias, lo suficiente como para hacer una compilación. La busque en Youtube (sí, soy adicto y, sí, todo se encuentra ahí, hasta la película completa) pero no encontré ninguna. Resignado, decidí que era mi obligación hacerla yo mismo y compartirla en este blog que, por cierto, hace mucho que no actualizo.
Así pues, aquí las frases de Darío Vidali, el "Batuta":
- Hace tiempo un chabón me contó que el juego más hermoso que jamás haya creado el hombre nació con la cabeza de un soldado degollado y, obvio, con la patada llena de rabia que le dio un soldado enemigo. El primer gol, no oficial por supuesto, se decretó al pasar la cabeza volando por entre los árboles. "Oye eso es terrible", le dije al boludo; "depende", me contestó, "terrible para el arquero, pero para el delantero, fue la gloria."
- En el juego, como en la vida, el esfuerzo individual no es nada si no es parte del esfuerzo colectivo. La colaboración no se entiende sin el principio básico de la generosidad. Todos nos brindamos por una misma causa, esa actitud nos une y nos hace hermanos.
- El llano potrero es una paradoja, es en lugar más pobre y desamparado donde encontrás al diamante en bruto, sin vicios, puro. ¡Es un milagro!
- Dicen que las primeras guerras de la humanidad sucedieron entre hermanos, y que más tarde nació el juego para evitarlas, imitándolas simbólicamente. Es una lástima que en nuestros días se confundan la guerra con el juego, y el juego con la guerra, especialmente entre hermanos.
- Todo en la vida es una apuesta: una pelota pega en el poste y se va fuera o es gol, ¿de qué depende el resultado?, del destino por supuesto, y del efecto que se le imprime a la pelota al golpearla.
- La banca es un purgatorio, es como un pantano: entre más te quedás y menos entrás, más te hundís. Es lo más parecido a llevar a tu novia de luna de miel, no poder hacer el amor, y además soportar que veintidós boludos y tres policías se agasajen con ella ante la mirada cómplice de miles.
- No es nada personal pero para mi los arqueros desde siempre me han parecido seres luminosos, pajaros de mal agüero. Personajes solitarios, ermitaños que todo lo ven de lejos y que tienen permitido lo prohibido: se encargan de evitar goles y, al hacerlo, frustran toda alegria. ¡Son una catástrofe!
- Los reencuentros son siempre momentos mágicos. Como el gol de un delantero después de una mala racha, o tocar la pelota después de una lesión prolongada, o el regreso de un hincha al estadio luego de años de ausencia.
- El amor a la madre y el amor a la camiseta son la misma cosa. Y es que la vieja es nuestra primera identidad; por su amor, se lucha como por la vida. Todo hincha quiere demostrar que nadie ama a la camiseta como él, y todo hijo sabe que nadie ama a la vieja como él.
- Decime si miento: el amor a la mujer es el mismo que el amor a la pelota. Hay que saber encontrarla y enamorarla, hay que cuidarla, guiarla con talento, ordenándole cuando es necesario pero siempre manteniendo el control.
- Qué fácil sería si al nacer uno pudiera identificar la diferencia entre pasión y talento. Es la misma diferencia que existe entre un hincha y un crack, entre adorar y ser adorado.
- El Fair Play acaba en donde comienza la intolerancia, cuando los hermanos deciden que el juego vuelve a ser guerra y entonces desaparecen las pelotas y regresan las cabezas degolladas para saciar la rabia y el rencor acumulados. Es una lástima.
- ¿Pero qué se puede hacer cuando después de tantos años de adorar la camiseta, de cantar y gritar defendiéndola, muriendo por ella, ella encuentra a alguien con más pulmones y más ganas y que dice que sabe cantar y morir mejor por ella? ¿Cómo hacer a un lado el orgullo herido?
- El problema del amor a la pelota es que todos quieren con ella, y ella quiere con todos. Por eso es tan importante cuidarla.
- Penalti significa castigo. El castigo suele ser sólo para uno: para el que falla; el que acierta se cubre de gloria. Si ambos resultan castigados entonces significa que el juego de la vida que es el más grande, le ganó al juego del fútbol que es el más bello.
- Todo, por amor al fútbol.
Decime si miento, boludos, ¿a poco no son una maravilla? Espero les hayan gustado, me despido prometiendo una siguiente entrega del cuentacuentos, la segunda, que en esta ocasión tocará a un autor algo más conocido y sin duda, creo, más extraordinario. Hasta entonces