30 de abril de 2009

Las frases del "Batuta"

La película Rudo y Cursi, de Carlos Cuarón, quizá pase sin pena ni gloria por las críticas y la historia del cine. Sin embargo, los que la hemos visto quizá acordemos en que es un filme divertidísimo. Más aún, entendiéndolo como una especie de aventura de Gaél García Bernal y Diego Luna en un tema cuya pasión ambos comparten, la crítica se puede hacer merecidamente a un lado y dejar la película sólo al disfrute de sus espectadores.

Esta entrada, lejos de lo que su inicio aparenta, no busca hacer una revisión de la película ni reflexionar sobre la trama de la misma (quizá la historia de alguno de los Verduzco sea similar a alguna de los futbolistas del medio mexicano actual. Mi hermana cree sinceramente que lo que le ocurrió al "Cursi" es muy parecido a lo que le ocurre actualmente a Francisco "Kikín" Fonseca. Es cierto, excepto porque el "Kikín" no tiene ni una pizca del talento que, según el filme, tiene Verduzco), sino rescatar la frase de uno de los personajes, el mejor de ellos por cierto.

Hablo del narrador de la película, el que desencadena sus acontecimientos: el cazador de talentos Darío Vidali, apodado en el filme el "Batuta." Todas las personas con las que he charlado han estado de acuerdo conmigo en que las frases que usa como fondo de cada suceso son extraordinarias, lo suficiente como para hacer una compilación. La busque en Youtube (sí, soy adicto y, sí, todo se encuentra ahí, hasta la película completa) pero no encontré ninguna. Resignado, decidí que era mi obligación hacerla yo mismo y compartirla en este blog que, por cierto, hace mucho que no actualizo.

Así pues, aquí las frases de Darío Vidali, el "Batuta":

  • Hace tiempo un chabón me contó que el juego más hermoso que jamás haya creado el hombre nació con la cabeza de un soldado degollado y, obvio, con la patada llena de rabia que le dio un soldado enemigo. El primer gol, no oficial por supuesto, se decretó al pasar la cabeza volando por entre los árboles. "Oye eso es terrible", le dije al boludo; "depende", me contestó, "terrible para el arquero, pero para el delantero, fue la gloria."
  • En el juego, como en la vida, el esfuerzo individual no es nada si no es parte del esfuerzo colectivo. La colaboración no se entiende sin el principio básico de la generosidad. Todos nos brindamos por una misma causa, esa actitud nos une y nos hace hermanos.
  • El llano potrero es una paradoja, es en lugar más pobre y desamparado donde encontrás al diamante en bruto, sin vicios, puro. ¡Es un milagro!
  • Dicen que las primeras guerras de la humanidad sucedieron entre hermanos, y que más tarde nació el juego para evitarlas, imitándolas simbólicamente. Es una lástima que en nuestros días se confundan la guerra con el juego, y el juego con la guerra, especialmente entre hermanos.
  • Todo en la vida es una apuesta: una pelota pega en el poste y se va fuera o es gol, ¿de qué depende el resultado?, del destino por supuesto, y del efecto que se le imprime a la pelota al golpearla.
  • La banca es un purgatorio, es como un pantano: entre más te quedás y menos entrás, más te hundís. Es lo más parecido a llevar a tu novia de luna de miel, no poder hacer el amor, y además soportar que veintidós boludos y tres policías se agasajen con ella ante la mirada cómplice de miles.
  • No es nada personal pero para mi los arqueros desde siempre me han parecido seres luminosos, pajaros de mal agüero. Personajes solitarios, ermitaños que todo lo ven de lejos y que tienen permitido lo prohibido: se encargan de evitar goles y, al hacerlo, frustran toda alegria. ¡Son una catástrofe!
  • Los reencuentros son siempre momentos mágicos. Como el gol de un delantero después de una mala racha, o tocar la pelota después de una lesión prolongada, o el regreso de un hincha al estadio luego de años de ausencia.
  • El amor a la madre y el amor a la camiseta son la misma cosa. Y es que la vieja es nuestra primera identidad; por su amor, se lucha como por la vida. Todo hincha quiere demostrar que nadie ama a la camiseta como él, y todo hijo sabe que nadie ama a la vieja como él.
  • Decime si miento: el amor a la mujer es el mismo que el amor a la pelota. Hay que saber encontrarla y enamorarla, hay que cuidarla, guiarla con talento, ordenándole cuando es necesario pero siempre manteniendo el control.
  • Qué fácil sería si al nacer uno pudiera identificar la diferencia entre pasión y talento. Es la misma diferencia que existe entre un hincha y un crack, entre adorar y ser adorado.
  • El Fair Play acaba en donde comienza la intolerancia, cuando los hermanos deciden que el juego vuelve a ser guerra y entonces desaparecen las pelotas y regresan las cabezas degolladas para saciar la rabia y el rencor acumulados. Es una lástima.
  • ¿Pero qué se puede hacer cuando después de tantos años de adorar la camiseta, de cantar y gritar defendiéndola, muriendo por ella, ella encuentra a alguien con más pulmones y más ganas y que dice que sabe cantar y morir mejor por ella? ¿Cómo hacer a un lado el orgullo herido?
  • El problema del amor a la pelota es que todos quieren con ella, y ella quiere con todos. Por eso es tan importante cuidarla.
  • Penalti significa castigo. El castigo suele ser sólo para uno: para el que falla; el que acierta se cubre de gloria. Si ambos resultan castigados entonces significa que el juego de la vida que es el más grande, le ganó al juego del fútbol que es el más bello.
  • Todo, por amor al fútbol.

Decime si miento, boludos, ¿a poco no son una maravilla? Espero les hayan gustado, me despido prometiendo una siguiente entrega del cuentacuentos, la segunda, que en esta ocasión tocará a un autor algo más conocido y sin duda, creo, más extraordinario. Hasta entonces

17 de abril de 2009

Saúl necesita...

Hace unos momentos charlaba con una colega de la universidad cuando ella encontró en una nota en el facebook con una actividad muy entretenida. La hizo y la subió a su blog, animandome desués a hacer lo mismo.


Resultó bastante divertido y ahora emuló su iniciativa publicando en este blog los resultados. Es sencillo, se trata de poner tu nombre (entrecomillado) y la palabra "necesita" en el buscador de google (en mi caso: "Saúl" necesita), abrir los primeros diez resultados y enlistarlos. Usé el nombre de Saúl por que es más común que Esaú y da más -y mejores- resultados.


Aqui la lista de lo que, según Google, Saúl necesita:


1. Saúl necesita que los que lo rodean tengan confianza en el, lo amen.
2. Saúl necesita urgentemente una transfusión de sangre y Hierro es el único que lo puede salvar.
3. Saúl necesita tener activado JavaScript en su navegador.
4. Saúl necesita una silla de ruedas a motor para poder lograr un poco de independencia ya que actualmente depende totalmente de su madre
5. Saúl necesita 7 personas de 18-33 años para apoyar dentro de una Oficina generando 1.200Bs. mensual en 4 horas.
6. Saúl necesita una armadura para ser guerrero.
7. Saúl necesita urgentemente un cambio de rumbo, pero un cambio entendido con responsabilidad.
8. Saúl necesita un credito de 400 soles para la compra de materiales.
9. Saúl necesita cierto nivel de madurez.
10. Saúl necesita más.


¿De risa loca no? Haganlo y diviertanse un rato, pueden poner sus resultados en los comentarios. Hasta pronto.

16 de abril de 2009

Sobre el amor y el odio

Nunca he escrito sobre el amor, me causa una especial repugnancia. Tanto –o más- que el odio, su opuesto y su hermano. No entiendo lo que es, no entiendo lo que genera. Todas las guerras, las épicas y las vulgares, se deben a estos dos sentires pues son tan irracionales como ellos.

¿Hay guerra o siquiera conflicto alguno que no tenga en su origen el amor o el odio de uno o de millones a una persona o cosa? Ninguna. Los historiadores nos desvivimos en explicar la causa de luchas y batallas en cientos de aspectos políticos, sociales, económicos que al final vuelven sólo más complejo el problema. Los filósofos siguen el paso, desde su perspectiva, y al mismo objeto se dirigen sociólogos, psicólogos, arqueólogos y hasta astrólogos, que nunca están de más.

Que si las condiciones insufribles de los campesinos, obreros, peones, esclavos. Que si la disputa del territorio o el recurso del que se carece o se ambiciona. Que si la tiranía y sus errores, impaciente de ceder ante la todopoderosa democracia. Que si el ataque a la soberanía, la libertad de expresión, los derechos humanos, y un interminable etcétera. Siempre, al final, cuando uno lee las causas dadas a los sucesos, ya no sabe si reír por pena y vergüenza, o para olvidar con eso lo pasado y omitir que lo han hecho hombres en lo fundamental iguales a uno.

Tan iguales como hace mil, dos mil, tres mil años. Tan llenos de la misma mierda de sentimientos y el mismo jodido deseo de llevarlos a cabo a como dé lugar. Y qué vano sentido tiene saber que tal conflicto se originó por tal asunto si, finalmente, no fue más que el amor de unos por una cosa, y el odio de sus rivales a eso mismo lo que lo generó. Si fue la incapacidad de unos para dejar de odiar, y la necedad de otros para dejar de amar.

El amor a la libertad (lo que quiera que ésta sea), el odio a la igualdad entre personas; el amor a la patria (lo que quiera que ésta sea), el odio a la libertad de las naciones; el amor a la democracia (lo que quiera que esta sea), el odio a la tiranía; el amor a Dios (lo que quiera que Éste sea), el odio al paganismo; el amor a la mujer (lo que quiera que esto sea), y el odio a los que se aman. Al final, todo es una risible –léase “humana”- historia de amor y odio.

Amor y odio son los únicos componentes permanentes, junto al hombre, de la historia. Siempre están, siempre son causa, siempre son objetivo. Leí alguna vez un cuento sobre un mundo poblado por autómatas insensibles. El mundo perfecto. En eterna paz y fraternidad, sin insultos y golpes por las calles, sin insultos y misiles por los aires: silencioso, armonioso, encantador. Y aburrido.

No podemos soñar con eso. No mientras sigamos siendo humanos y nos distingan el amor y el odio entre nosotros. ¿Puedo pedirles que dejen de amar y odiar?, ¿exigirles hacer a un lado esos sentimientos y evitar así todo conflicto futuro?... No, no puedo, simplemente, porque no puedo pedirles que dejen de vivir. Vivir es amar, oí decir a algún tío, amar a la vida. Y amar es necesariamente odiar, al mismo tiempo, a lo opuesto, lo que se opone a lo que amamos.

Y llega el punto en que me quedó sin palabras, en que yo mismo cedo a lo irracional del amor y el odio, avaló su existencia, la permito y casi la aplaudo. Ojalá algún día pueda amarse sin que deba lucharse contra nada, y odiarse sin luchar en respuesta. Sí, sé que ese día nunca llegará, pero esa nada del desear y renunciar siempre me ha causado un singular placer.

El amor, tanto –o más- que el odio, me causa una especial repugnancia. Sin embargo, en sólo unos días he pasado de amar profundamente, a odiar con todas las fuerzas. Y sé, maldita sea la cosa, que en las venideras me pasaré al otro lado. Y que esto será un círculo interminable que, lo he dicho ya, me resulta repugnante. Y divertido.

Como la guerra.