3 de febrero de 2012

De Tin Tan y... The Beatles

Hoy, mientras retiraba los adornos navideños del café donde laboro -no lo hicimos antes por olvido o, mejor aún, porque la tradición marca que se quitan hasta el día de la Candelaria, ¿o no?- escuchaba uno de mis discos favoritos, a saber, una recopilación de grandes éxitos de Germán Váldez "Tin Tan." En esa labor tan placentera -la de escucharlo, claro está- me encontraba cuando en una de las melodías reconocí un par de acordes muy familiares y pronto descubrí que escuchaba una versión algo libre y muy ocurrente de una canción que conocía en otro idioma y con otras voces.

Tuve que ir hacía el reproductor de DVD y repetir la canción para cerciorarme de lo que había descubierto. No podía ser. Se me figuraba raro, curioso, pero no imposible. En efecto, Tin Tan interpretaba una canción de The Beatles, y una de mis favoritas, "I want to hold your hand." Si ya saben de cual hablo, les aplaudo y admiro, sino, acá pueden escucharla:


La canción literalmente dice "quiero sostener tu mano", y de esa simple frase el maestro Tin Tan hace uso de todo su talento y crea la pieza que yo escuchaba y que les comparto enseguida. Se llama, los reto a no reirse, "Quiero rascarme ahí." Disfrutenla.


Pues bien, la cosa para mí no podía quedarse en eso y apenas terminé lo que me ocupaba me di a la tarea de investigar si existía un vinculo entre el comediante mexicano y el cuarteto de Liverpool (además de lo evidente, que ambos son brillantes, portentosos, geniales) o si la canción era un simple cover como tantos que se han hecho. Y, como es de sospecharse, lo primero que descubrí es que lo hecho por Tin Tan con esa melodía no era un simple cover, mucho menos una parodia ni una burla sino el más sincero, personal y original de los homenajes. Es decir que, como no podía ser de otra manera, Tin Tan admiraba a The Beatles.

Y lo que resulta aún mejor, los ingleses sentían el mismo respeto y por seguro la misma admiración por el creador de la figura de el Pachuco. Sí, así como lo oyen, a la grandeza de Tin Tan -ya reconocida internacionalmente por propios y extraños- hay que sumarle el dato curioso: entre sus fans estaban The Beatles.

Pero la historia no termina ahí y falta lo mejor. "Quiero rascarme ahí" es el homenaje de Tin Tan a The Beatles, pero, ¿y de ellos a Tin Tan, hay alguno? Sí. Y la verdad, confesión de blogger, me da un poco de vergüenza que un servidor, tan aficionado de ambos artistas, se enteré de esta historia tan de sopetón y casi casualidad. En 1967, Paul McCartney y John Lennon pidieron al artista pop Peter Blake que diseñará la portada de su último álbum, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, y la misma debía incluir objetos y rostros de personajes representativos del mundo.

Ringo Starr sugirió entonces que en la imágen apareciéra Tin Tan, lo que los demas beatles aprobaron y Blake se puso en contacto con el mexicano, quien aceptó la oferta. Sin embargo, de última hora, el comediante cambió de decisión y en una llamada telefonica le comunicó a Starr que no asistiría pero que en su lugar mandaría a un representante.


Así, en la imágen arriba de estas líneas (la mentada portada del disco), en la parte superior central, en el hueco a la derecha de Edgar Allan Poe, está el espacio vacio que debía ocupar Tin Tan. El representante que mandó el comediante mexicano -en un sobre cerrado que recibió Ringo Starr con la inscripción "Saludos de Tin Tan"- aparece en la parte inferior derecha de la foto: un arbol de la vida diseñado por un alfarero de Metepec.

La razón de la repentina cancelación de Tin Tan es un absoluto misterio pues todo quedó entre él y Ringo Starr en aquella lamada telefónica. La sugerencia más aceptada es que el mexicano creía que no era digno de aparecer en la portada como representante de México y que en su lugar era más representativo el arbol de la vida. Sea como fuera, y mientras Star no revele los detalles de la conversación, el hecho es que se perdió la oportunidad de que Tin Tan se inmortalizara en la portada del que muchos consideran el mejor álbum de The Beatles.

Para la historia queda la anecdota y el arbol de la vida, como muestras de la admiración de los ingleses hacía el mexicano, y la tremenda versión que éste hiciera de una de las canciones más emblemáticas como muestra de la suya a ellos. Para mí, que a la distancia admiro a ambos de sobremanera, la canción de Tin Tán y la portada de aquel disco son como una suerte de regalo soñado, algo como aquel sobre que recibió Ringo Starr, pero en este caso con un mensaje aún mejor: "Saludos de Tin Tan y... de The Beatles."

9 de noviembre de 2011

Un 9 de noviembre...

Seguramente la lista de acontecimientos que pondré a continuación les pareceran a ustedes tan insignificantes como la lista del super luego de hacer las compras. Sin embargo, mientras viajaba por la red me llamó muchísimo la atención que tantos y tales acontecimientos coincidan en el mismo día, un 9 de noviembre. Miren:

- En 1799, Napoleón Bonaparte establece el Consulado y, claro, se autonombra el primer cónsul. El primer paso dado para su eventual imperio.

- En 1918, Wilhelm II abdica su trono tras la derrota de Prusia en la Gran Guerra. Es la abdicación, por cierto, del último Kaiser alemán o, si lo prefieren, del último emperador de Prusia.

- En 1923, fracasa el Putsch de München orquestado por Adolf Hitler y Erich Ludendorff. El primer intento de Adolf Hitler por tomar, a la fuerza, el poder en Alemania.

- En 1925, en Alemania, se funda la Schutzstaffel, o sea, la SS. Nació entonces como guardia personal de Hitler y eventualmente se convertiría en el más importante organo de inteligencia y represión del reigmen nacionalsocialista.

- En 1938, tambien en Alemania, la misma SS. lleva a cabo lo que hoy se conoce como Noche de los cristales rotos, un ataque organizado a los comercios y ciudadanos judios de Alemania. Por seguro, la primer muestra abierta de las intenciones de Hitler que después llevarían al holocausto.

- Y en 1989, la que seguro se conmemora más, de nuevo en Alemania, la República Democrática de Alemania (Alemania oriental) decide la apertura de sus fronteras y, acto seguido, cae el Muro de Berlín.

El mero listado de acontecimientos debería bastar para que esta entrada cumpla pero, sólo para complementar, ahí les va una breve, arriesgada y por seguro infundada reflexión. Vayamonos, dijera Jack, por partes. No sólo me llamó la atención que fueran todos acontecimientos de suma importancia -al menos, para cada una de sus naciones- sino que, curiosamente, todos marcaron de alguna manera un antes y un después. Son, pues, guardando las escalas con otras fechas que así son consideradas: fechas hito.

Me explico: El 9 de noviembre de 1799, la Revolución Francesa pasó de ser ese levantamiento idealista de 1789, que pugnaba la caída del viejo regimen y acabó degollando a su monarca para convertirse.... en un imperio en todo el sentido de la palabra. De hecho, esa fecha es la que oficialmente se toma para determinar el fin de la Revolución Francesa pues en ese momento cayó el último de sus gobiernos (el Directorio) y cedio paso al Consulado. Bueno, es cierto que el consulado no era ya el imperio pero era el primer paso y no dudo en pensar que en la brillante mente de Napoleón ya formaba parte de sus planes para su eventual mandato.

El 9 de noviembre de 1918, Wilhelm II abdica su trono, se retira el último de los emperadores alemanes y, en adelante, nada habría de ser igual en ese país centroeuropeo. Si bien ya desde que el gran Otto von Bismarck uniera a los reinos bajo el mandato de Prusia se puede hablar de Alemania como nación, es hasta después de la derrota bélica y la abidación del imperio que, poco a poco -con la República de Weimar, con las pugnas políticas subsecuentes-, se fue conformando lo que a todos fines y sentidos es Alemania como estado moderno.

Los cuatro siguientes están asombrosamente unidos, tanto que sorprende que sean mera coincidencia. En 1923 fracasa el primer intento de tomar el poder de Hitler, el Putsch de München. ¿Qué antes y qué después marca?, uno bien importante que no se ve en términos de nación como los anteriores, sino en lo individual: le enseñó al pequeño bigotón austriaco que, por más bueno que fuera hablando y convenciendo a la gente, no podría tomar el poder a la fuerza y habría que adueñarse de él desde adentro. Lo que no te mata, en efecto, te hace más fuerte, y a Hitler ese tropiezo le dio gran fuerza.

El de 1925 y 1938 parecen unidos por el destino, por la fatalidad. En el primer año se forma un grupo policiaco y de inteligencia, una elite destinada a proteger a Adolfo Hitler y luego a comandar todas las actividades paramilitares de su regimen. Tiempo después, ya consolidada y con toda la autoridad legal y militar, la SS efectua el primer ataque abierto a los judios en Alemania al arrestar a miles de ellos y destruir una buena cantidad de sus negocios. Es obvio, lectores, el cambio que eso marca: antes eran palabras, amenazas, una que otro ataque nocturno a la población judia, pero después de ese 9 de noviembre se declaró la guerra franca a los judios y se empezo una serie de embates que terminó en el deplorable y asqueroso holocausto.

Y finalmente, el que menos presentación necesita -o debe necesitar-, el 9 de noviembre de 1989, la caída del Muro de Berlín. Aquel jueves, ciudadanos alemanes tomaron en sus manos, con marros, martillos y piedras, la disposición de la República Democrática Alemana de abrir sus fronteras a la República Federal de Alemania y derriban aquello que más que una columna de cemento era el simbolo de una división que cada vez se volvía más absurda. Una caída que encuentra sentimientos en la medida que es vista por unos -capitalistas, gringos, derecha- como la victoria última y por otros -socialistas, conunistas, izquierda- como la triste derrota y el fin de un sueño. Para mi, ajeno a ambas posturas quizá por no haberlas vivido ya de cerca, significa no otra casa que lo dicho. el término de una disputa absurda que incapaz de luchar en los terrenos que debía, se llevo entre las patas a un país que se vio lascerado por la más antigua y retrógada de las divisiones: la que entre más cemento y más altura tenga, más eficaz se considera.

No sé ustedes pero al menos este servidor considera, a partir de este 9 de noviembre, que este es un día especial por todo lo que paso, por tantos cambios que ocurrieron. No sé si sea un día para celebrarlo, conmemorarlo o lamentarlo, pero si para tenerlo bien presente y no olvidar que, en todos los planos y en todos los lugares, todo puede cambiar en un día. Eso enseña la historia, a ver que aprendemos de eso nosotros. A ver que aprendemos de un 9 de noviembre...

24 de octubre de 2011

Historia de una ida y una vuelta

Si reconocieron el guiño literario del titulo, congratulaciones. Sino, qué importa -están estadisticamente perdonados-, lo único que vale es que me pareció genial usarlo para esta entrada que es la conclusión de la anterior, en la que prometí una reflexión más extensa sobre mi partida de la ciudad o, si ustedes prefieren, sobre mi vuelta a Temascaltepec de González. Y lo prometido, en este blog, siempre es deuda.

Bueno, más que una conclusión es una entrada aparte y es una que no sé ni como empezar, como escribir y como terminar así que, con el perdón o la indiferencia de ustedes, la iré escribiendo según me vaya inspirando. A lo bestia, pues. Temascaltepec de González -en delante, Temas, para mayor comodidad- es, para decirlo en cinco palabras, el pueblo de la familia. De allí es originaria la familia de mi padre, y mi madre, si bien no es de ahi, pasó gran parte de su juventud y vida adulta en él antes de que decidieran mudarse a la ciudad de México.

A partir de ese momento, en que la ciudad acogió a mis padres y nos vio crecer a mis hermanos y al que esto escribe, tanto mis padres como nosotros "convertimos" a Temas en el lugar al que ibamos a distraernos, divertirnos y, claro, visitar a los muchos familiares que dejo atrás la partida. Por alguna azaroza -y acaso sicológica- razón, me cuesta enormidades recordar casi cualquier cosa que me ocurriera antes de mi adolescencia e incluso en ella y ciertamente mis recuerdos de infancia son pocos e inconexos, sin embargo, muchos de ellos -y muchos de los mejores- son de Temas.

De niño, muy niño, los recuerdos son escasos pero sé con certeza que todos son gratos. Cosas de niños, por seguro, juntarse con toda la "huachada" y correr de arriba abajo por las calles empedradas, bajar a la plaza o al kiosco a no hacer otra cosa que inventar juegos y agotarlos, echar la cascara y terminar el día con una nieve y un pan que a la fecha sigo sin saber como se llama pero era y es una delicia (a saber, un par de rebanadas de pan esponjosito con un relleno cremoso y rojo -de fresa, supongo- en el centro)

Más grande las memorias se hacen mayores y más nitidas. A eso de los diez años, por atinar un número, recuerdo que era imperante para mi levantarme temprano, muy temprano, e ir a caminar por el pueblo, una ruta distinta cada día, aunque ya las hubiera recorrido todas un sinfín de veces. Me encantaba caminar por el callejon de Los Ortigos, recorrer el libramiento del pueblo, el barrio de Milan y sobretodo subir hasta Los Tanques y luego bajar por las viejas escaleras hasta llegar a la Central Hidroelectrica de Temas, ruta que sin embargo hacía menos porque era de lejos la más pesada. Aunque lo que más recuerdo es que armaba un plan maestro para levantarme antes de las seís y media y casi correr al local de maquinas de video que estaba en el arco de la entrada, esperar a que el señor abriera y entonces gastarme mi dinero en las maquinas antes de que los demás llegaran a apañarlas y mi madre se preocupara por el desayuno.

Ahora que lo pienso, pasaba una cantidad asombrosa de tiempo en esas maquinas y las de la plaza. ¿Qué quieren que les diga?, los videojuegos han sido y seguramente seguiran siendo uno de mis más grandes vicios. Al volverme más grande, deje de ir tanto a esas maquinas y sólo lo hacía por las tardes pues por las mañanas me entretenía vagando por el pueblo o echando una cascara de baloncesto en la cancha del Sindicato Mexicano de Electricistas mientras que por la noche pasaba el tiempo en la plaza junto al puesto de tacos de mi tío Pancho o jugando fútbol en la plaza con toda la peña.

No obstante, lo que más recuerdo de esa edad -12, quizá 13- es el tiempo que pasaba junto a un amigo que conocí en el pueblo, Luis Alberto. Curiosamente, no recuerdo como le conocí o dónde o por qué, sólo sé que pronto nos hicimos muy amigos, casi hermanos, y que ibamos a todos lados juntos y la pasabamos, sin más, a toda madre. Yo me pasaba largos ratos en su casa, a la que por cierto era una travesía llegar y regresar, y eso formaba parte de la diversión; él llegaba bien temprano a casa de mi tía para buscarme e ibamos apenas asomaba el Sol a vagar, ora a las maquinas, ora a Milan, ora a la plaza, ora a Las Peñas, de lejos mi lugar favorito del pueblo y en el que ambos terminabamos las tardes con largas pláticas mientras disfrutabamos de la preciosa vista del pueblo que da ese sitio.

Pensandolo hacía atrás, eramos hermanos. Hermanos. Hace poco le vi de nuevo acá y la empatía ya no estaba, el hizo su vida de una manera y yo de otra muy diferente y por más que ambos quisimos reanudar el lazo, fue imposible, una laguna de diez años lo impedía. Es curioso. Y triste. Recuerdo que el había llegado a Temas de Veracruz y que siempre decía que algún día tendría que regresar, que eso le decían sus padres, y me acuerdo que tanto él como yo temíamos el triste día en que eso ocurriera e incluso hacíamos planes para evitarlo. Y al final fuí yo el que de buenas a primeras se largó y dejo de ir al pueblo mientras él se quedo allá.

¿Por qué deje de ir? No lo sé. Es decir, no lo sé con certeza, fueron muchas cosas, quizá no fue ninguna. El pueblo dejó de divertirme, ya sólo lo era en la fiesta del patrón del pueblo en enero o en la semana santa con las representaciones del Via Crucis, el resto del tiempo era la total aburrición. O quizá cambié yo, mis intereses fueron otros y encontre más agradable la falsa y rauda calma de la ciudad que la de Temas. Seguramente fueron ambas cosas o alguna otra que no logró entender aún, el caso es que deje de ir y me ausente de Temas por poco menos de 10 años.

Alejado del pueblo, salvo por algunas visitas esporádicas, pasé mi adolescencia y mi juventud -las etapas que, dicen los que saben, te forman intelectualmente- en la Ciudad de México. Casi todo lo que sé, toda mi ideología, en lo que creo y no creo, lo que odio y lo que defiendo, lo que me gusta y lo que detesto, todo eso y un montón de cosas más las aprendi en la ciudad de los palacios gracias a que allí pude estár bien cerca de los mejores mentores. No, no hablo de mis maestros ni de mis escuelas -aunque en algo ayudaron, es verdad- sino de mis libros. Los que pudé leer y los que no me cansé de comprar.

Y claro, aprendi tambien de las amistades que hice por allá. Bien pocas, es verdad, pues siempre he sido hombre de pocas palabras y menos amigos, pero es por eso mismo que esas pocas son sinceras y las mantengo vigentes ahora pese a la distancia pues, aceptemoslo, en este mundo actual es imposible desaparecer: si querés hablar con alguién, le localizas y hablas, así que ese no es problema y a dos meses de mi partida, no lo ha sido.

La capital del país tiene,ese montón de ventajas y comodidades que comparte con cualquier ciudad superpoblada y que seguramente influyeron en mi decisión de no volver más a Temas, sin embargo, quizá tambien acabaron por determinar mi vuelta al pueblo, junto a otro montón de factores. En México terminé una carrera, la terminé con honores y si bien intenté todo un año volverme un profesionista de la misma, no lo conseguí. Falta de oportunidades de trabajo, falta de experiencia laboral o simplemente que muy en el fondo no me interesaba ninguno de los trabajos para los que un historiador sirve en el esquema laboral de este país, el caso es que no conseguí emplearme y de a poco empece a concluir que, en efecto, no me interesaba ser un historiador y alguna otra cosa tendría que encontrar entretanto.

La carrera, para mí, fue un papel más, un pasito dado como la preparatoria o la secundaria. Eventualmente me servirá y acaso algún día susbsista de ello pero, por ahora, no me interesa ni presumirla. Tengo en el subsuelo de mi persona otras virtudes y otros gustos menos reconocidos pero mucho más útiles y prácticos, y uno de ellos fue el que me llevó a la aventura de volver a Temas. Mi hermana a un año que tiene un café en Temas y su oferta inicial fue que le hiciera postres y ella los vendería ahí y me daría parte de las ganancias. Jamás estudié gastronomía o cosa parecida, simplemente los postres me salen bien; es simple: me das una receta bien dada, y hago un postre espléndido.

Un par de meses después vimos disponible un local en el mero centro del pueblo y entonces la idea paso de sólo hacer postres a abrir una sucursal del café como socios, un negocio familiar en todo el sentido de la palabra. Intenté pues por última vez conseguir un trabajo de mi carrera y lo encontré en la misma semana en que debía decidir si me aventaba al negocio familiar o me quedaba en la ciudad. Y entonces tome la valiente, arriesgada y acaso estupida decisión de desechar la oferta de trabajo y aceptar la aventura familiar.

Una decisión dificil y, sobretodo, extraña. Rara por lo imprudente y apresurada que resultó: una semana estaba tomando un cafe en la Ciudad de México y a la otra sirviendo un café en Temascaltepec de González. Quienes me conocen saben que, ante todo, soy un tipo demasiado prudente y excesivamente sensato, que medito todo y que cualquier decisión a tomar que incluya el mínimo riesgo, por lo general, la desecho. Sin embargo, quienes me conocen más de cerca se han cansado de decirme que esa, mi mayor virtud, es tambien mi más grande defecto y tal vez en honor a ellos o simplemente porque ya era justo y necesario, decidí emprender esta aventura sin pensarla más de una vez.

Mi vuelta a Temas, por otro lado, ha tenido sus contrastes. Apenas me mudé estaba leyendo Retorno de las estrellas, una extraordinaria novela de Stanislaw Lem, y ciertamente sentí empatia con lo que pasaba al personaje principal, Hall Bregg, quien vuelve de un viaje estelar de diez años que, por la dilatación del tiempo, se traducen en 127 años terrestres. A su vuelta no reconoce nada y se da cuenta que todo ha cambiado pese a que no ha estado, en su percepción, ausente tanto tiempo. Así me sentía yo, que tal vez ilusamente esperaba encontrarme con las mismas personas en los mismos lugares y volver a las rutinas, pero no, reconocia rostros, pero no conocía ya las personas y notaba esa misma expresión de reconocimiento y extrañeza en ellas. Sin embargo, el lugar si que era el mismo y poco había cambiado -salvo por una inexplicable e irritante perdida de su vida vespertina y nocturna-, seguía teniendo ese indescriptible encanto y la pregunta de por qué deje de volver a él asomaba a cada día sin que a la fecha pueda responderla o al menos disculparla.

Sea como fuere, el hecho concreto es que acá estoy, en el pueblo que antes era sólo diversión y ahora es lugar de residencia. Me prométí, apenas baje del autobus que me trasladó aquel 7 de agosto, que permanecería un año aquí y entonces decidiría que hacer con mi malograda vida y si Temas seguiría estando en ella como hogar o volvería a su status anterior. Si hoy fuera el día de elegir, optaría por la primera opción pues sin hacer a un lado todo lo que pasé en la ciudad y a todas las personas valiosas que allá conocí, tengo la extraña sensación de que vine a Temas a una sola cosa: a vivir. Sólo eso, a vivir.

12 de octubre de 2011

De vuelta... otra vez

Ya lo leyeron y ya adivinaron de que va esta entrada: anunciar que vuelvo a escribir en el blog después de una muy larga pausa. Las razones de esa pausa seguro no la justifican y apuesto a que no las interesan pero, por si llegaran a servir de algo, basta decirles que hubo de por medio una mudanza y un proyecto que, digamoslo en tres palabras, ocuparon toda mi atención.

En ese periodo decidí renunciar a un montón de cosas y tomar una decisión arriesgada que empezó como una posibilidad remota y se concretó bien pronto. Un breve resumen: el proyecto era iniciar un negocio familiar, una café en el pueblo del que es originario mi padre y parcialmente mi madre y del que yo guardo lindos pero añejos recuerdos de infancia: Temascaltepec de González, Estado de México. El proyecto ha sido todo un éxito (y acá les presumo su página de internet: Café Amarain) y aunque hemos sufrido y nos ha exigido más de lo que esperabamos. tambien nos ha llenado más de lo que estimamos. A mi, que soy un tipo que encuentra su felicidad en cosas bien simples, me tiene muy complacido.

Por supuesto, sino lo adivinaron entre líneas, les confieso que atreverme a ese proyecto me exigió mudarme de la ciudad en la que crecí, estudié y viví para precisamente vivir en un pueblo al que sólo iba de visita y diversión plena y al que no visitaba desde hace un par de años o más. Allí estaba el riesgo, allí lo extraño de la decisión y allí tambien su justificación: quería hacer algo riesgoso y extraño, distinto; especial. Quizá atiné, quizá no, pero de mientras siento que acerté, incluso cuando eso significó dejar atrás un montón de cosas. Lo cierto es, empero, que ya estaba muy harto de ellas y necesitaba renunciar a todas. Intenté hacerlo de a poco y de la manera más calmada y sensata, como acostumbro hacer todo, pero de pronto asomó la chance y por ésta única vez decidí tomarla sin miramientos y aventarme a una aventura que sólo me garantizaba mantenerme ocupado en algo que siempre me ha gustado, aunque hasta hoy lo hacía en un segundo plano, por así decirlo.

Y no me extiendo de más en esta entrada porque lo único que pretendo con ella es anunciar mi vuelta y enunciar lo evidente, que mi blog y mi labor de blogger no están entre las cosas a las que renuncié y seguiré cumpliendo con ellas en la medida que me sea posible hacerlo. En la próxima entrada, (que quizá publique mañana si corro en suerte tener un rato libre para hacerlo) completaré la reflexión sobre mi partida de la ciudad y, más aún, sobre mi llegada a este encantador pueblo. Antes de despedirme, una justificación final, ustedes disculpen, el asunto es que este singular proyecto afortunadamente -o desafortunadamente, ustedes dirán- me tiene ocupado practicamente todo el día y mucho me temo que aquella promesa que hice hace bastantes lunas de escribir al menos dos entradas de blog por semana (a razón de una en jueves y otra el domingo) tendrá que verse reducida y ha de conformarse con una entrada por semana y en el día en que tenga tiempo suficiente para hacerla. Intentaré que sea cada jueves e intentaré tambien aventarme las dos entradas cuando tenga chance de hacerlo. Promesa de blogger.

Ahora si, sin más y dejando de fondo los bombos platinos tras mi regreso, me despido a la espera de la próxima entrada.

22 de julio de 2011

Recomendando... Escalera al cielo ( 국의 계단 )

Hace una semana, durante unas vacaciones familiares, ocupamos las noches de las mismas en ver una serie -en realidad, telenovela- que el distribuidor pirata oficial de mi señora madre le recomendó y que tenía encantados al resto de la familia. Yo, hasta entonces, había escuchado de la serie sólo lo que ellos decían una y otra vez: que estaba muy buena, que no podían dejar de verla, y tal, mas fue hasta hace una semana que finalmente pude verla y presenciar junto a los demás el final de la misma. Me dejó tan gratamente sorprendido que he decidido recomendarla acá. Hablo, a todo esto, de la teleserie surcoreana Escalera al cielo.

Se trasnsmitió por la Senul Broadcasting System (SBS) entre finales de 2003 y principios de 2004, mientras que en latinoamérica se televisó en Chile (cortesia de Televisión Nacional de Chile), Perú (gracias a TVPerú) y Ecuador (en la señal de Ecuavisa) el año siguiente. En resumen, la teleserie narra la historia de amor entre Song-Ju Cha y Jung-Seou Han, destinados desde niños a estár juntos, hasta que Song-Ju se va a estudiar a EE. UU. y la madrasta de Jung-Seou le impide a ella ir con él. Cuando su amor regresa, esta es atropellada por su hermanastra (Yu-Ri Han) y pierde la memoria.

Entonces viene la tragedia. Song-Ju es ocultada por su madrastra y hermanastros (y uno de ellos, Tai-Hwa Han, se enamora de ella mientras la oculta) para que no se una a Song-Ju -que, por cierto, es presidente de una empresa- y este se case con Yu-Ri y unan su fortuna. Así, es, pues, la historia de amor marcada por el destino y que busca ser impedida por un buen montón de villanos y accidentes. ¿Les suena parecido?, ¿la reconocen?, ¿no?, ¿seguros?, venga, piensen un poco... ¡exacto!, es la misma historia que, palabras más o menos, personajes iguales o símiles, está en cualquier novela de las siete, ocho o nueve de la noche. Entonces, ¿por qué me atrevo a recomendarselas? Fácil: porque ésta es muy buena.

Así de fácil y sin más, pero vayamos al detalle. La historia es simple, sin mayor chiste y sin novedad, pero la manera en que la manejan es muy destacada. Sin perder el drama exagerado y la cursileria necesaria en toda teleserie, Escalera al cielo sabe medir ambas cosas y combinarlas con buenas escenas de humor y acción para mantener entretenido y empatar con los personajes. Además, las actuaciones son en serio notables, casi diría que brillantes pues casi cada personaje es distinto y tiene su propio lenguaje bien definido.

Y la otra virtud es que la serie es lo suficientemente larga y corta a la vez. Es decir, no es tan breve como para sentir que les faltó desarollar esto o aquello, ni tan larga para sugerir que les sobró tal o cual episodio o exageraron aquel otro. Cierto, los últimos dos si son excesivos pero se entiende puesto que tenían un nivel de rating bestial luego del buen trabajo durante los demás capítulos y, digámoslo así, tenían derecho de abusar.

Y tiene algunos detallitos que la redondean. Primero, sus dos actrices estelares son muy guapas y talentosas. Tae-Hee Kim, quien hace de la hermanastra Yu-Ri Han, tiene esa belleza ingenua y sin embargo manipuladora perfecta para el papel. Y la actriz principal, Ji-Woo Choi, es simplemente impresionante. Firma una actuación dignísima -y premiada por todos lados, según he leído- en todos los sentidos y, como cereza en el pastel, la mujer es guapísima. Digánme sino:


El escenario es ciertamente repetitivo pero acertado pues a cada tipo de escena le corresponde un lugar y al final todo se invierten magistralmente. Porque ese es otro detalle, el final, en verdad el último par de episodios o, más bien, la manera en que terminan la historia se lleva las palmas. Por supuesto que no se los voy a contar pero sólo les dire que es distinto a los que se han cansado de ver -o de deducir tras ves un episodio cualquiera de la teleserie que quieran- y aún así es, sin más, un final féliz.

Y el otro detallito, para cerrar esta entrada, es la música. Tiene un gran pecado, y es que son 3 o 4 canciones que se repiten una y otra y luego otra vez y si llegan a fastidiar. Sin embargo, como compensación está que las rolas son muy buenas y tambien atinadas para cada vez que se usan. Y les dejo, para que me crean y como despedida y bonus track, el tema central, cortesia del cantante e ídolo surcoreano Kim-Bum Soo. Se llama "Cómo te extraño" (Bo go ship da)


Ahí está, pues, mi última recomendación. Será dificil que la encuentre por la vía tradicional porque acá nunca se transmitió pero seguro si se dan una vuelta por el centro la encontraran. Comprenla, este blog se las garantiza