- En 1799, Napoleón Bonaparte establece el Consulado y, claro, se autonombra el primer cónsul. El primer paso dado para su eventual imperio.
- En 1918, Wilhelm II abdica su trono tras la derrota de Prusia en la Gran Guerra. Es la abdicación, por cierto, del último Kaiser alemán o, si lo prefieren, del último emperador de Prusia.
- En 1923, fracasa el Putsch de München orquestado por Adolf Hitler y Erich Ludendorff. El primer intento de Adolf Hitler por tomar, a la fuerza, el poder en Alemania.
- En 1925, en Alemania, se funda la Schutzstaffel, o sea, la SS. Nació entonces como guardia personal de Hitler y eventualmente se convertiría en el más importante organo de inteligencia y represión del reigmen nacionalsocialista.
- En 1938, tambien en Alemania, la misma SS. lleva a cabo lo que hoy se conoce como Noche de los cristales rotos, un ataque organizado a los comercios y ciudadanos judios de Alemania. Por seguro, la primer muestra abierta de las intenciones de Hitler que después llevarían al holocausto.
- Y en 1989, la que seguro se conmemora más, de nuevo en Alemania, la República Democrática de Alemania (Alemania oriental) decide la apertura de sus fronteras y, acto seguido, cae el Muro de Berlín.
El mero listado de acontecimientos debería bastar para que esta entrada cumpla pero, sólo para complementar, ahí les va una breve, arriesgada y por seguro infundada reflexión. Vayamonos, dijera Jack, por partes. No sólo me llamó la atención que fueran todos acontecimientos de suma importancia -al menos, para cada una de sus naciones- sino que, curiosamente, todos marcaron de alguna manera un antes y un después. Son, pues, guardando las escalas con otras fechas que así son consideradas: fechas hito.
Me explico: El 9 de noviembre de 1799, la Revolución Francesa pasó de ser ese levantamiento idealista de 1789, que pugnaba la caída del viejo regimen y acabó degollando a su monarca para convertirse.... en un imperio en todo el sentido de la palabra. De hecho, esa fecha es la que oficialmente se toma para determinar el fin de la Revolución Francesa pues en ese momento cayó el último de sus gobiernos (el Directorio) y cedio paso al Consulado. Bueno, es cierto que el consulado no era ya el imperio pero era el primer paso y no dudo en pensar que en la brillante mente de Napoleón ya formaba parte de sus planes para su eventual mandato.
El 9 de noviembre de 1918, Wilhelm II abdica su trono, se retira el último de los emperadores alemanes y, en adelante, nada habría de ser igual en ese país centroeuropeo. Si bien ya desde que el gran Otto von Bismarck uniera a los reinos bajo el mandato de Prusia se puede hablar de Alemania como nación, es hasta después de la derrota bélica y la abidación del imperio que, poco a poco -con la República de Weimar, con las pugnas políticas subsecuentes-, se fue conformando lo que a todos fines y sentidos es Alemania como estado moderno.
Los cuatro siguientes están asombrosamente unidos, tanto que sorprende que sean mera coincidencia. En 1923 fracasa el primer intento de tomar el poder de Hitler, el Putsch de München. ¿Qué antes y qué después marca?, uno bien importante que no se ve en términos de nación como los anteriores, sino en lo individual: le enseñó al pequeño bigotón austriaco que, por más bueno que fuera hablando y convenciendo a la gente, no podría tomar el poder a la fuerza y habría que adueñarse de él desde adentro. Lo que no te mata, en efecto, te hace más fuerte, y a Hitler ese tropiezo le dio gran fuerza.
El de 1925 y 1938 parecen unidos por el destino, por la fatalidad. En el primer año se forma un grupo policiaco y de inteligencia, una elite destinada a proteger a Adolfo Hitler y luego a comandar todas las actividades paramilitares de su regimen. Tiempo después, ya consolidada y con toda la autoridad legal y militar, la SS efectua el primer ataque abierto a los judios en Alemania al arrestar a miles de ellos y destruir una buena cantidad de sus negocios. Es obvio, lectores, el cambio que eso marca: antes eran palabras, amenazas, una que otro ataque nocturno a la población judia, pero después de ese 9 de noviembre se declaró la guerra franca a los judios y se empezo una serie de embates que terminó en el deplorable y asqueroso holocausto.
Y finalmente, el que menos presentación necesita -o debe necesitar-, el 9 de noviembre de 1989, la caída del Muro de Berlín. Aquel jueves, ciudadanos alemanes tomaron en sus manos, con marros, martillos y piedras, la disposición de la República Democrática Alemana de abrir sus fronteras a la República Federal de Alemania y derriban aquello que más que una columna de cemento era el simbolo de una división que cada vez se volvía más absurda. Una caída que encuentra sentimientos en la medida que es vista por unos -capitalistas, gringos, derecha- como la victoria última y por otros -socialistas, conunistas, izquierda- como la triste derrota y el fin de un sueño. Para mi, ajeno a ambas posturas quizá por no haberlas vivido ya de cerca, significa no otra casa que lo dicho. el término de una disputa absurda que incapaz de luchar en los terrenos que debía, se llevo entre las patas a un país que se vio lascerado por la más antigua y retrógada de las divisiones: la que entre más cemento y más altura tenga, más eficaz se considera.
No sé ustedes pero al menos este servidor considera, a partir de este 9 de noviembre, que este es un día especial por todo lo que paso, por tantos cambios que ocurrieron. No sé si sea un día para celebrarlo, conmemorarlo o lamentarlo, pero si para tenerlo bien presente y no olvidar que, en todos los planos y en todos los lugares, todo puede cambiar en un día. Eso enseña la historia, a ver que aprendemos de eso nosotros. A ver que aprendemos de un 9 de noviembre...
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