"Sala de espera. La modernidad de una ciudad se mide por las armas que truenan en sus calles, reflexionó el detective sorprendido por su insólita conclusión, ¿qué sabía él de modernidad, posmodernidad o patrimonio intangible? Nada. Soy un pobre venadito que habito en la serranía."
Con estas palabras comienza Élmer Mendoza su obra Balas de plata y creanlo, es sólo el perfecto inicio a una obra extraordinaria del que es actualmente uno de los mejores exponentes de la literatura nacional y el mejor -de entre los pocos- que escribe del tema del narcotráfico.
Pero empecemos por el principio, hablemos de como conocí a Élmer Mendoza. Tuve la chance de leerlo pues fue el tercer ponente que asistió a la Catedra Extraordinaria "Maestros del Exilio Español" en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM., en la especialidad titulada "Protagonistas de la Narrativa Mexicana Contemporánea" que imparte el célebre Gonzalo Celorio. Allí la costumbrees elegir varios autores que son leídos por los alumnos y comentados en la clase con la presencia de los escritores.
La novela elegida para Mendoza fue El amante de Janis Joplin, una extraordinaria obra que sigue la tormentosa vida de David Valenzuela, un sinaloense común y corriente que tras asesinar por error a un narcojunior ha de sufrir toda clase de peripecias hasta que la única solución es... bueno, lo mejor es que lean la novela, es un portento de trabajo.
Imaginen ustedes la escena, una novela que por su fluidez y amenidad es terminada en dos días y que al momento en que llega el autor a comentarla se ha leído ya en dos ocasiones. Y figurense a Élmer Mendoza con un pantalón de vestir café, un suéter de un tono más oscuro, el cabello corto rizado, los lentes y la barba apenas poblada, contemplando a la cátedra con poco menos de 50 impacientes alumnos.
Hablo primero Gonzalo Celorio y, como costumbre, nos maravilló a todos con su sabiduría y el análisis minucioso de la novela. Y lo mejor estaba por venir pues el micrófono paso a Élmer Mendoza que, de pocas palabras, sólo acertó a decir que había buscado con su novela usar el lenguaje para atrapar al lector. Fue entonces cuando uno de esos tantos alumnos de letras que buscan lucir sus cursos y lecturas le pregunto una mamarrachada- perdonen el termino- que iba más o menos así: "¿usted consideraría que su novela pone de manifiesto un problema nacional y lo denuncia mostrándolo con gran crudeza con una prosa que no es rebuscada y sí muy lucida? Mendoza sólo sonrió y respondió, sincero, "no sé."
Fue lo más grande entonces. Quien esperaba una respuesta que quintaesenciara el conocimiento estaba frente al tipo equivocado pues Élmer sólo dijo: "no sé si mi novela muestra algo, yo sólo busco atrapar al lector y hacer personajes entrañables." Tal simpleza podría resultar ofensiva de no ser por que en efecto todos, sí, todos y cada uno de sus personajes son entrañables y uno ve con pavor que la novela se acerca al final pues sabe que ya no habrá más historias ni vivencias de los tipos que lo han acompañado y que casi puede ver a su lado.
Autores fueron y autores vinieron a la cátedra y ninguno, a pesar de que varios valían la pena, ninguno conmovió tanto como Mendoza. Yo no dude en comprar otra novela de él para comprobar si era un buen escritor o sólo había tenido suerte en esa novela. Entonces pasaron por mis manos Un asesino solitario y Cobráselo caro, y ya para entonces yo era un fan declarado.
Pero aún me faltaba leer la obra más extraordinaria, Balas de Plata, ganadora del Premio Tusquets Editores de Novela 2007 y que de nuevo nos muestra las peripecias de un personaje entrañable de sobra: Edgar "zurdo" Mendieta. Pero, lo que ya he dicho antes, no sólo él, sino el resto de personajes (yo me enamoré de la agente Gris, sí, perdidamente) hacen que quieras devorar la novela pero a la vez rogar por que no se acabe pues cada capitulo es de un placer inmensurable.
¿Qué tiene Élmer Mendoza?, ¿por qué tal fascinación de mi parte al grado de ser mi primera entrada de este nuevo blog sobre el autor sinaloense? En una palabra, es extraordinario. En dos, es extraordinario y portentoso. En más de dos, me atrevo a responder que tiene tres cosas maravillosas en sus novelas y que me han cautivado.
Primero, el ya aludido manejo de los personajes haciendo que el lector conozco a fondo y comprenda no sólo al principal (como es común en el genero novelesco) sino a prácticamente todos. Segundo, el lenguaje, muy al estilo de José Saramago sin usar guiones y escribiendo de corrido con sólo comas y puntos pero recurriendo a modismos y tonos -sí, tonos- en sus personajes de manera que sin que sea necesario que agregué un "repuso Edgar" o "contesto Canizales" sepas quien está hablando (y esto ya a partir de la pagina 10, por cierto) sin temor a equivocarte. Y tercero, por las historias. Éste ultimo en dos sentidos, tanto por lo interesante y cautivante de las mismas y como éstas se vuelven tan redondas que no deja cabos sueltos ni puntos sin comprender, como por el trasfondo que siguen, toda esa vorágine de narcotráfico, policías, guerrilleros, sospechosos, políticos y un largo etcétera en el que ninguno sobra y todos se vuelven ladrillos fundamentales de las novelas.
Y sin duda, si ustedes lo leen me podrán reclamar que hace falta un cuarto o quinto punto para explicar por que Mendoza es una lectura tan recomendable. O quizá, como yo, se limiten a decir en una palabra que su obra es extraordinaria.
Es época de regalos y aunque sé que uno de cada cien cabrones regala libros y más de la mitad de esos son libros de superación personal o de Carlos Cuauhtemoc Sánchez, igual me permito recomendarles que, de regalar un libro éstas vacaciones, que sea uno de Élmer Mendoza. El que sea, elijan al azar, por precio, por portada... el que sea garantizo que les gustara.
Mientras tanto, yo me despido prometiendo una entrada de algún otro tema... ya se me ocurrirá. Hasta entonces.