El pasado domingo se hizo la entrega anual de los premios Oscares, los que entrega la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y más allá de aplaudirse la correcta elección de la mayoría de los ganadores, creo que es justo dedicar unas líneas a la más atinada de estas: la de Heath Ledger.
El australiano, fallecido el pasado 22 de enero por una sobredosis accidental, se hizo acreedor al Oscar póstumo como mejor actor de reparto por su trabajo en Batman: The Dark Night. Y aunque la terna era difícil (sólo mencionar a Phillip Seymour Hoffman es de miedo), no había entre los candidatos alguno que hiciera sombra a la portentosa actuación de Ledger.
Sí la segunda parte de la secuencia del Batman de Christopher Nolan es hasta ahora la mejor película que se ha hecho sobre el vigilante de la noche, esto es gracias al trabajo de Ledger. Uno puede aplaudir el guión, los efectos visuales, la dirección, etc.; sin embargo, al final basta con ponerse de pie ante lo hecho por el australiano. Seamos francos, desde que oímos su risa y él aparece por vez primera en a película, ya es justo ponernos de pie.
Es curioso, un personaje como el Joker, tan despreciado por muchos y tan admirado por otros -yo, por supuesto, me incluyo en estos últimos-, ha sido interpretado ya por dos de los actores más extraordinarios: Jack Nickolson y Heath Ledger. Comparar sus actuaciones es equivoco pues los Jokers que personalizan son en idea distintos y ambos están perfectamente logrados según su base. Aún así, creo que la diferencia está precisamente en que mientras Nickolson consigue un Joker esplendido, no trasciende más allá de lo que la película le exigía; en cambio, Ledger usa a la película como un telón de fondo para hacer un Joker, en una palabra, perfecto.
La discusión sobre el personaje es larga y sería tedioso copiarla aquí. Sin embargo, es evidente que el Joker diseñado por Frank Miller es quizá el mejor de todos y llevarlo a la pantalla grande exigía un gran trabajo de actuación, mucho más que los anteriores que tenían una historia menos profunda y en algunos lamentabes casos hasta cómica. Ese Joker, el de Miller, es el que Nolan decidió tomar para su película (decisión de sobra acertada y aplaudida) y para representarlo eligió a un actor que, en principio, parecía equivocado.
Seré completamente honesto, cuando me enteré de que él haría el papel del Joker, hice un coraje, una rabieta y luego caminé decepcionado. Sólo conocía su trabajo en 10 things I hate about you, The Patriot y A Knight's tale, y no me parecía ser el adecuado para un papel tan serio como el del Joker (y esta frase no tiene ironía alguna) Mi sorpresa fue mayúscula cuando aparecieron las primeras imágenes e indescriptible cuando fueron surgiendo las primeras criticas alabando su actuación.
La película se estrenó finalmente y aun recuerdo mi salida de la sala del cine. Complacido, extasiado, fascinado y casi orinado en los pantalones de la emoción, me convencí de que ese era el mejor Joker jamás realizado y que lo de Ledger era increíblemente, inverosímilmente portentoso. ¿Un golpe de suerte acaso?, ¿un papel justo a su estilo?
Nada de eso, sólo un papel dado a un maravilloso actor. Porque, lo aclaro, mi apreciación del trabajo de Ledger cambió y se reforzó cuando vi su labor en Brokeback Mountain. Un tipo que es capaz de tal actuación sin duda es capaz de lo que hizo en el filme que este año le entrego un Oscar póstumo. Creo, sin temor a equivocarme, que Ledger corrió con mala suerte en la elección de sus películas hasta sus últimos días, sin embargo, a fuerza de sinceridad, creo que en las anteriores hizo buenos trabajos, considerando que las películas no le exigían gran cosa.
Es una pena que Christian Bale haya sido el actor principal (quién sino, la película es sobre su personaje), porque de sobra me queda claro que de haber sido Ledger el protagónico, su nominación -y victoria- sería por actor en rol principal. Sin embargo, resulta innecesario ya que con el premio dado (sumado a otros) Ledger se inmortaliza como lo que era, uno de los mejores actores de su generación. Es triste e inevitable pensar en lo que hubiera pasado si su trágica muerte fuera falsa, lo que el futuro depararía en materia de cine a este hombre. Cuántas -y de cuanta calidad- películas no nos deleitarán después y cuando alcanzara mayor madurez.
Al final, como consuelo, uno puede ver y volver a vez su secuencias en The Dark Night, y pararse y aplaudir una y otra, y otra, y otra vez.