3 de diciembre de 2010

Sobre la sinceridad de la cebolla

El pasado lunes, mi hermana y yo fuimos a hacer las compras para tener que comer en la semana. Cuando llegamos a la zona de frutas y verduras, fui comisionado para escoger algunas manzanas, lechugas y cebollas. Como siempre, la labor de seleccionar las mejores fue más lenta con las primeras, sin embargo, a la hora de buscar a la cebolla ganadora, la labor fue condenadamente fácil.

De vuelta al carrito, donde esperaba mi hermana, hice un guiño de celebración y lo que siguió, de parte de ambos, fue una reflexión de esas que nacen como absurdas pero que alcanzan una profundidad tanto impresionante como risible. No quiero dejar pasar la oportunidad de utilizar mi entrada de cada jueves (Sí, hoy es viernes, lo sé, disculpen, ayer se me olvidó escribirla) para compartir esa reflexión, copiándo el dialogo que tuvimos, palabras más, palabras menos:

Yo: "¡Tengo a la cebolla ganadora!, ¡mírala!
Ella: "Bien. Siempre la cebolla es la más fácil de escoger"
Yo: "Ah, ¿si?"
Ella: "Sí, en comparación con las manzanas y otras que tienes que además de ver, tocar para ver si no están feas, la cebolla basta con verla."
Yo: "Cierto, cierto."
Ella: "Es de la más sinceras (risas)"
Yo: "Y eso que tiene más capas que todas las demás (más risas)"
Así pues, acá la reflexión que siguió: la cebolla, pese a tener más capas que ninguna otra verdura, es más sincera que el resto pues basta con que la última capa se vea bien. Y acá la metáfora: ojala todos los hombres fueran como cebollas, no por las capas que sí o sí tienen, sino para poder reconocerlos desde la primera.

El domingo, espero, otra interesante entrada. Hasta entonces.

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